El proceso es complejo y puede tener varias vertientes en función del tipo de material y efecto que se quiere conseguir. Básicamente habría que seguir los siguientes pasos generales.

En primer lugar lijado del mueble en la madera, eliminando resaltes y elementos no deseados.

A continuación se da el tinte, que es lo que da color a la madera. Tintes hay de base al agua que penetran más a fondo en la madera, pero con un secado más lento y los de base al disolvente de más rápido secado y evaporación.

Después del tinte se aplica tapaporos, que como su propio nombre indica tiene la función de sellar el poro e impermeabilizar la superficie. A su vez distinguimos varios tipos: al agua, al poliuretano, que consigue un acabado más liso, duro e impermeable, y nitrocelulósico, que transpira más y deja más poro. 

Después de aplicar tapaporos se procede al lijado del mueble a fondo, con lijas de diferentes granos, terminando con lija fija y en último lugar con lana de acero, que ayuda a que la laca se expanda bien.

Después del lijado y de forma opcional, se aplican efectos pátina, o sombras, sobre todo en elementos moldurados y relieves.

Casi por último se procede al lacado, que lo que hace es fijar todo el proceso, y hace que el mueble coja su brillo y acabado definitivo. Lacas habría con efecto mate, semimate y brillo. Al igual que con los materiales anteriores también habría varios tipos de lacas en función del material utilizado, destacando que en el caso de que el lacado sea no transparente, esto es cuando se laca en blanco, gris, u otro color, la laca es aconsejable que sea acrílica (dureza alta) y no amarilleante.

En algunos casos y de forma opcional, después del proceso de lacado se aplica un encerado, que hace que el mueble tenga aún más, un acabado sedoso y natural.